sábado, 18 de febrero de 2012

Anotaciones bajo un kiosco

Esta tarde salí con la intención de resolver la cuestión de la estrategia ganadora en otra versión del juego NIM. Aunque conozco la solución, que consiste para el primer jugador en apostar por los números que no son de Fibonacci, aún no logro ver por qué el meollo se encuentra en descomponer el número de piedras del tablero como la suma de números pertenecientes a ésta famosa sucesión. Llevaba conmigo una pizarra portátil para hacer algunas anotaciones en uno de los muchos kioscos del parque donde enseño a los niños un poco de Física. Se trabaja tranquilamente sobre sus mesas cuadradas, adornadas con un tablero de ajedrez de pedrería donde los viejos se reúnen cada tarde y colocan inocentes apuestas al dominó. Frente a éstas hay un conjunto de aparatos ejercitadores que exhiben en sus diseños un trabajo innovador muy superior al de los usuales columpios y pasamanos. Y aunque los niños y señoras suben a ellos más por esparcimiento que como una fuerte rutina física, el cuadro general de las tardes en ese parque logra dar  una impresión de sana funcionalidad.

Después de algunos minutos la cuestión estuvo resuelta. Estaba por oscurecer y una lluvia se anunciaba en la temperatura del  viento. Antes de regresar a la computadora y a la quietud de mi sala sentí una pasajera felicidad esparciéndose en la cuenca de mis ojos. Deje escrito el esbozo de una corta prueba en la pizarra y caminé con ella bajo el brazo un par de calles a lo largo de ese barrio atravesado por los canales de aguas residuales, densamente transitado por jóvenes pandilleros y beodos empedernidos que se dirigen con la noche a los campos de beisbol, cruzando esa palpitante atmósfera propicia para cualquier violencia, como expresara Sergio Pitol en uno de sus relatos sobre la Ciudad de México.

 Las siguientes líneas tratan acerca del origen de esa felicidad.

Como muchos otros especialistas, siento gran afecto por mis particulares herramientas, que no son otra cosa más que  versiones actuales de los juguetes predilectos de la infancia, aquellos mágicos  con que uno se bañó, comió o  cruzó el aterrador y oscuro pasillo que separaba la habitación del baño. Es curioso como nunca nos desprendemos de ellos a lo largo de la vida, aunque cambien de forma y sean en el presente autos, vestidos, cosméticos, relojes, libros o perfumes.   He visto algunos podólogos colocar minuciosamente su extraño instrumental sobre sus piernas en toallas blancas y afelpadas justo antes de practicar una corrección de uña, dentistas explorando la sonoridad de la fresadora, dejándose maravillar por la extraña estructura de una muela del juicio de tamaño anormal;  médicos que van a la cama con bata y que nunca descuelgan el estetoscopio de su cuello. Por alguna razón desconocida, mi abuelo durmió por muchos años con un tabique bajo su almohada y una plomada en el bolsillo del  pijama.  En mi caso se trata de una pequeña pizarra con marcador.

Una pizarra es un recurso para las ideas largas, para colgar episodios abruptos de lucidez. Al menos esa fue la justificación que encontré cuando vi por primera vez los grandes pizarrones de la universidad. Algunos antropólogos creen que la pintura en las cuevas y en general todos los primitivos registros pictóricos obedecieron a la necesidad del hombre por comunicar algo. Los zoólogos, entre ellos quizá Desmond Morris, desconfiaron de ésta idea. En contra parte creyeron que había una auto-recompensa para el mono que vio nacer las primeras formas ante sus ojos. Con el tiempo y la ayuda de la evolución aquello llegó a convertirse en un fin en sí mismo, como el de un artista situado infinitos días después tratando de plasmar un atardecer por mero placer.

  Los símbolos matemáticos sirven para comunicar ideas, pero antes de la función comunicativa son una creación en sí misma, son ideas que llegaron a una forma escrita con cánones de belleza semejantes a los de la literatura. Estando en cierta clase del primer año de carrera, una profesora nos dijo que la dificultad en el proceso de la demostración radicaba en nuestra inexperiencia con los símbolos matemáticos, en lo poco acostumbrado que está una persona en trascribir sus ideas de manera concisa. A mí me pareció un comentario equivocado, la dificultad para escribir una demostración,(eso sentí en los invariables vagones del metro) radicaba en la poca destreza que teníamos para pensar con belleza; la escritura de una prueba era algo posterior, de segundo orden, justo como el escritor coloca el poema  en un plano posterior en el tiempo al de la embriaguez.

Recuerdo mucho la mesa de trabajo de mi Padre, el mantel rojo invadido por siniestras ondulaciones negras, llena de exámenes, bolígrafos, cuadernos, un poco de papel carbón colgando de las esquinas y las sobras del sacapuntas apiladas en un botecito de aluminio sin forrar. Curiosamente no tengo ninguna imagen de él trabajando sobre las hojas, como tampoco la tuve de sus lecturas, ni de sus redacciones para el seminario de titulación, pero sí rastros de sus propios episodios con mathema. Tal vez, y me gusta conjeturarlo así, él también disfrutaba de pensar sus problemas matemáticos caminando en solitario, como lo cuenta el mito de fundación de todos los grandes pensadores. Era en algún arrebato que entraba quizá a su biblioteca y redactaba sus ideas en carbón, con esa caligrafía enigmática que a partir de ese momento yo copiaba en la hoja final de mi cuaderno de ciencias y mostraba al día siguiente a mis amigos o estratégicamente ponía a descubierto en la banca de la niña que me gustaba con la intención de conjurar su amor.  El poder de seducción de aquella simbología ininteligible quedó pegado a mí en una forma de la que jamás pude desprenderme. Deslizarse sobre la pizarra hoy revive ese placer primitivo, pero ahora propio gracias a que se puede coordinar el orden de aparición de cada símbolo, el acometido de cada uno, su papel en la orquesta del pensamiento, como posiblemente algún dios en alguna cosmovisión asignó a cada molde de hombre un don particular: tuya será la poesía, tuya la fuerza, tuya la palabra, tuyo el canto, la danza o la ignorancia.

Un fascinado de los símbolos que recuerdo y comparto, anterior a Descartes, fue Euler, de quien según he leído, le parecía que sus símbolos y sus fórmulas eran capaces de pensar por él. Esa fusión poderosa, disolución entre lo pensado y el pensante, entre lo escrito y el escritor, ocurre con cierta frecuencia al practicante de las matemáticas, pero también a otros apasionados al menos en la imaginación (que referido al hombre es casi ya decir en el todo). Por ejemplo, no dudo que esta simbiosis acometa al médico cuando piensa que su bisturí será capaz de curar por él, los antiguos guerreros le atribuían a su espada la capacidad de ganar una batalla, un activista confiará en su discurso para despertar la mente adormecida; mi abuelo, ese viejo sabio de lo inverosímil, habrá conjeturado que dormir con un ladrillo bajo la almohada le daría perfecta cuenta de la rectitud para construir bardas y la plomada en el bolsillo le ayudaría a no perder la orientación ni la mesura en los sueños.  Mi padre por supuesto viajaba a todos lados con un libro. Desgraciadamente en sus viajes solo apareció de manera accidental en las fotografías de los paisajes que visitó y de manera parcial. A veces fue solo la mano que sostenía la titánica mariposa, otras tantas el filo de la frente en el espejo retrovisor cuando intentaba capturar algún aspecto religioso del cielo y las nubes, y solo en pocas ocasiones fue una aparición fantasmagórica de medio cuerpo dentro del aire que separaba la carretera y la montaña antropomórfica que acompañó al horizonte. Por lo que nunca llegué a saber qué, ni cuando leyó lo que contaba. La imagen que un hijo puede hacerse así de un padre que solo dejó rastros pero nunca se mostro en el ejercicio creativo de los textos que aquel le robaba es la de un ser increado cuyas cualidades siempre estuvieron presentes, imagen que choca con el hecho de que un padre es algo que se es a partir de un instante en la vida adulta, pero hijo se es desde el nacimiento. Como sea, ese gusto por lo impreso llegó a ser el  ritual donde encontró la manera de ser en todo lugar todos sus libros y todas sus anotaciones, que eran las que dictaban sus clases y ordenaban su mundo y buena parte del mío.

miércoles, 15 de febrero de 2012

El juego del NIM

Se sabe que la palabra “nim”, hoy día en desuso, proviene del inglés antiguo y que entonces  significaba la acción de robar o coger algún objeto. Hay un juego muy popularizado que lleva este nombre y cuyo desarrollo hace honor a dicha palabra. Antes de continuar en este texto convendría al lector jugar la versión general disponible en la siguiente dirección electrónica: http://www.juegosagogo.com/mesa/juego/5596-nim-master



Como habrá notado resulta difícil conseguir la victoria por encima del programa, sobre todo cuando la versión no permite al jugador elegir entre ser el primero en jugar o el segundo. Pero para entrañar la solución de este juego de estrategia conviene analizar una versión más simplificada del juego del NIM.

Juego del NIM simplificado.

Hay dos jugadores y un montón con 19 piedras sobre la mesa. Cada jugador puede recoger 1,2 o 3 piedras por turno mientras queden suficientes. Para llegar a la victoria se debe ser el último en lograr recoger piedras. El que no pueda hacerlo es el perdedor. ¿Cómo proceder para garantizar la victoria?

Para iniciar el análisis procedamos inductivamente, es decir, estudiando cada juego para 1, 2, 3, 4,… y n piedras. De aquí en adelante el primer jugador en tirar será representado por la letra A, y B el segundo.

Número de piedras (n)
Jugador A
Jugador B
Perfil de estrategias por turnos (t1,t2,t3,…)
n=1
Gana

(1,0)
n=2
Gana

(2,0)
n=3
Gana

(3,0)
n=4

Gana
Tres casos (1,3):(2,2):(3,1)
n=5
Gana

Tres casos (1,1,3):(1,2,2):(1,3,1)
n=6
Gana

Tres casos (2,1,3):(2,2,2):(2,3,1)
n=7
Gana

Tres casos (3,1,3):(3,2,2):(3,3,1)
n=8

Gana
Tres casos (1,3,copia n=4):(2,2,copia n=4):(3,1,copia n=4)


Basta con estudiar estos casos para descubrir el desarrollo completo del juego para cualquier n. El juego regresa a la misma situación en un periodo de longitud 4. Las posiciones donde el primer jugador gana corresponden a valores de n en el conjunto {1,2,3,5,6,7,9,10,11,13…}, las cuales designaremos como V(A). Por otro lado las posiciones donde el segundo jugador puede llegar a la victoria son V(B) = {4,8,12,16,…}  Y digo “puede" porque cabría la posibilidad de errar en el juego si no se conoce bien el algoritmo de la estrategia ganadora.

El secreto se halla en el caso n=4. El jugador B gana ya que A comerá a lo mucho 3 piedras y a lo menos 1, dejando el rango de posibilidades de B dentro de las jugas permisibles. En el caso n = 5, el jugador A aprendió la lección y se come 1 para que al sobrar 4 él tome el papel de segundo jugador. Lo mismo sucede con n=6 y n=7, A coge lo que lo separa del caso n=4. Por lo tanto la estrategia de A, E(A), consiste en “comerse el residuo modulo 4 de n”, cuando n=5=4(1)+1, se come 1; cuando n=6=4(1)+2, se come 2 y con n= 7=4(1)+3 se come 3. Y esto se repetirá siempre: gano cada vez que me como el sobrante para llegar al múltiplo inferior de 4 más inmediato.

Pero cuando n=8, el jugador A ya no puede repetir su estrategia, pues para llegar a 4 debería comerse 4, lo cual es imposible en las reglas del juego. Entonces E(B) consiste en conservar la posición privilegiada de dejar al otro jugador en la imposibilidad de llegar al múltiplo inferior de 4 más cercano. Para ello utiliza la estrategia de completar modulo 4. Si A tira 1, B tira con 3, (2,3) y (3,1), como se observa en la tabla.

Para el caso que analizábamos, n = 19 =4(4)+3, es una posición V(A). Si se permitiera escoger el turno conviene ser el primero.

Si ahora pensamos el caso general, que es el impulso predilecto de un matemático, formularíamos el siguiente resultado:

Proposición 1 (NIM simplificado):

 Sea n,kÎN. En un juego de NIM donde hay n piedras y la estrategia de cada jugador consiste en tomar 1, ó 2,…, ó k objetos, entonces:

V(A)= {mÎN tales que m º 1,2,3,…,k mod (k+1)    y
V(B)= {mÎN tales que m º 0 mod(k+1); además
Si n= (k+1)p + r, y r no es cero, entonces E(A) consiste en comer r piedras y si B tira con j piedras, A contesta con k+1-j.  O sea la partida sería de la forma: (r,j1,k+1-j1,j2,k+1-j2,…,k+1-jp)
Si r=0, E(B) consiste en contestar la tirada de A en  j piedras con k+1-j. La partida sería: (j1,k+1-j1,j2,k+1-j2,…,k+1-jp),
donde el tamaño de la partida es 2p+1 o 2p.

Que en buen lenguaje cristiano significa que si hay 666 piedras y se pueden tomar entre 1 y 7, entonces basta con dividir el número 666 entre (7 + 1) y ver cuánto sobra. Si no sobra nada entonces gana el jugador B; si sobra algo gana el jugador A. En este caso 666/8 = 83(8) + 2, sobran 2: gana A.

Siempre es posible decidir si en un juego de NIM simplificado conviene tirar primero o segundo para garantizar la victoria, sin embargo, de acuerdo a la proposición 1 hay otra variante que podemos jugar.

NIM  k-variante simplificado.

Formulémoslo así: hay n piedras y los jugadores van a disputar un Juego de juegos. Cada juego, digamos Jk es un nim simplificado donde se pueden coger 1,2,…,k piedras en cada tirada, donde k está entre 1 y n-1. Gana el jugador que haya ganado más Jk juegos NIM.

Por ejemplo, pensemos en n = 6 piedras, habrá 5 juegos a disputar: J1,J2,…,J5. Apliquemos la proposición 1 a cada caso para hacer un balance en el Juego de juegos.

Juego
Criterio de proposición 1, n=6.
Ganador
J1
6 º 0 mod (2)
Gana B
J2
6 º 0 mod (3)
Gana B
J3
6 º 2 mod (4)
Gana A
J4
6 º 1 mod (5)
Gana A
J5
6 º 0 mod (6)
Gana B

En este caso la victoria en el Juego de juegos recae en B. Parece entonces que para cada n hay que analizar las siguientes congruencias:

Juego
Criterio de proposición 1
Ganador
J1
n º i1 mod (2)
Gana ?
J2
n º i2 mod (3)
Gana ?
J3
n º i3 mod (4)
Gana ?
J4
n º i4 mod (5)
Gana ?
J5
n º i5 mod (6)
Gana ?
Jn-1
n º in-1 mod (n)
Gana B














Cuando ik es 0 gana el jugador B. En los demás casos gana A. A todas vistas los juegos que benefician al segundo jugador son los valores donde k+1 resulta ser divisor de n. En el ejemplo n igual a 6 tenemos lo siguiente: n = 21x31, cuyo número de divisores, según la Teoría de Números es (1+1)(1+1)= 4, al cual le restamos 1, que es el caso cuando k=0, claramente fuera de las reglas del juego. Este primer paso da una gran desventaja para el jugador B en números grandes, pues la experiencia nos dice que en general un número tiene menos divisores enteros que no enteros y el caso n = 6 es especial.

Para decir que B tiene desventaja sobre A en el NIM k-variante simplificado estaríamos asegurando que el número de divisores de n es inferior a su mitad para casos cuando éste es mayor a seis. Es decir:

Proposición 2.
Sea nÎN, con n>6. En un juego NIM k-variante simplificado, A domina el juego.

La prueba es sencilla, para ello sólo se demuestra que D(n) < n/2. Ningún divisor de n mayor que 6, supera a su mitad (no contar a n mismo), pues de existir, al duplicarlo, que es la mínima multiplicidad, rebasaría a n. Entonces en el mejor de los casos todos los números inferiores o iguales a la mitad tendrían que dividir a n, lo cual solo se cumple para n=4 y 6.

Por último se intuye que hay Juegos de juegos donde B nunca gana más que en el juego trivial donde se toman n-1 objetos. Tan sólo considere el caso cuando n es primo, donde A es absolutamente dominante.

Cerremos así este apartado y pasemos al caso del NIM general.

NIM Clásico.

El caso general expuesto en la dirección electrónica se formula así: Sobre la mesa hay n montones, cada uno con xi piedras. Cada jugador solo puede coger piedras de un montón, desde una hasta todo el montón incluso. Gana el jugador que retire la última piedra.

Se nota claramente la dificultad pero podemos empezar así:

Ejemplo: hay 2 montones, uno de ellos con 7 piedras y el otro con 9. Para ganar cada jugador debe garantizar su jugada una vez que el contrincante haya tirado. Y esto me recuerda otro juego que es de utilidad. Hay una mesa rectangular y dos jugadores. Cada jugador puede poner sobre la mesa cualquier cantidad de fichas. Gana el que logra colocar la última ficha. ¿Cómo ganar? La respuesta es simple pero ingeniosa:


El primer jugador pone una ficha en el centro de la mesa. Al tirar su enemigo éste copiará la posición por simetría, es decir, coloca una ficha a igual distancia sobre la línea que une la ficha central con la que puso el oponente. Esto le garantiza asegurar siempre su próxima tirada.

En el ejemplo claramente gana A. Basta “dejar en pares” el juego de B, digamos que toma 2 del montón grande y deja el juego en (7,7). Si B contesta comiéndose 3 piedras de cualquier montón, A come 3 en el otro: (4,4). Lo que sea que haga B, A copia su tirada en el otro montón, de igual manera que en el juego de la mesa y las fichas el primer jugador usa las líneas de simetría.

¿Qué sucede entonces cuando hay tres o más montones? La clave está en la noción de “dejar en pares”. El sistema binario ofrece gran apoyo, ya que en él hay unidades, montones de 21, 22,23, …2n objetos. Si en un juego de NIM clásico hay una configuración del tipo: (x1,x2,x3, …, xn), basta transformar a sistema binario el número de piedras de cada montón. Si en él hay un número par de montones de cada tipo, es decir montones individuales, de dos, cuatro, ocho, etc., piedras, entonces conviene que el otro jugador empiece tirando para que nosotros apliquemos la técnica espejo de copiar su tirada. O en su defecto, conviene llevar la configuración del juego a un estado “perfectamente apareado” para dejar que el otro jugador inicie en esa configuración.

El punto crucial consiste en garantizar que esto pueda llevarse a cabo, a saber, que siempre es posible llegar a  estados “perfectamente apareados” (PA), y que el siguiente jugador no puede tirar en un estado PA y dejar el juego en otro PA.

Para probar esto formalicemos qué es un estado PA. Para ello se define la suma NIM de la siguiente manera:

Sea (x1,x2,x3, …, xn) una configuración de NIM clásico, y para cada i, sea  xi=(bim bim-1… bi1 bi0) su expresión binaria, entonces xi Å xj = (bim bim-1… bi1 bi0) Å (bjm jim-1… bj1 bj0)= =(zm zm-1…z1 z0), con zk = bik + bjk (mod 2), es decir, zk = 1 si bik + bjk = 1, y zk = 0 en el otro caso.

En forma simple hay un estado PA, cuando al realizar la suma en binario del número de piedras en cada montón por columnas (sin llevar) se obtienen puros ceros, esto es hay un número par de montones de cada tipo.

Es fácil ver que si estamos en un estado PA y se realiza una tirada, es decir, se retira cierto número de piedras de un montón, entonces no podemos obtener otro PA, ya que coger piedras significa que en algún montón, la expresión binaria pierde unos y los sustituye por ceros o viceversa. Esto cambia el número de unos que aparecen en alguna columna y por lo tanto si algún zk era 0, se volverá 1. Por otro lado pasar de un estado no PA, a uno PA consiste en  conseguir que en las columnas impares agreguemos unos, quitándolos de los montones más grandes.

Todas estas ideas se resumen en un teorema famoso que asegura cómo ganar el NIM clásico.

Teorema de Bouton:

Sea  (x1,x2,x3, …, xn) una configuración de NIM clásico. Si la suma NIM del número de piedras en cada montón en base 2 consta de puros ceros, entonces el jugador B tiene estrategia ganadora. 

Resolvamos el caso que se muestra en la siguiente figura:





Tenemos:

No. Piedras
Binario
3 piedras
11
5 piedras
101
9 piedras
1001
6 piedras
110
9 piedras
1001

Cuya suma NIM es (0,0,0,0), que es un estado PA, por lo cual ganará el jugador B. Compruébelo y sepa cuándo ganará en el NIM master.














lunes, 13 de febrero de 2012

Pequeña biografía de Isabel y un poema


Isabel tiene cincuenta años, su sangre no conoce el alcohol ni sus pulmones el ardiente humo del tabaco. Su cuerpo jamás ha  experimento la voluptuosidad del amor y su vulva jamás ha sentido la tensión viril. Ayer el médico la telefoneo con urgencia, la espera mañana para darle la noticia de que padece un cáncer de garganta. Isabel no quiere inspirar lástima a los demás pero tiene miedo y mientras viaja en el taxi imagina cómo sería verse en un ataúd vestida de blanco.

La mañana luce triste pero aun así las ancianas salieron al mercado. Aquella mujer sin estudios que Isabel tachaba de vulgar vende desayunos y sonríe amablemente a los clientes. Siente envidia porque ella verá más atardeceres a pesar de su incapacidad para manejar con destreza el ordenador. Cada cosa parece apartarse de su lado. La radio ha empezado a tocar la canción que hacía soportable la soledad cuando era de un modo que ya no será.

Le ha parecido una burla que llueva mientras mira por la ventana de la sala de espera. El sol sobre la piel tiene esa justa intensidad de cuando se era feliz en los días de huida del colegio, en Agosto, cuando en las jardineras el agua volvía un poco transparente la falda. Adentro el médico irritado por la carga de trabajo redacta su informe sobre el monitor. Isabel preferiría que la mirara pero el doctor solo toma parte del expediente y de la Isabel relatada en los exámenes sanguíneos. Balbucea y maldice la lentitud del sistema. Mientras la enfermera observa el Barómetro ella desborda recuerdos y anhelos como si eso tuviera una cañería que acaba de reventarse. De hoy para atrás creía haber sido muy reflexiva y provisoria. Cuando niña se enamoró del rostro en su primera visita a la iglesia. Dios le parecía un hombre hermoso y cercano en cuya palabrería había creído encontrar la imagen de la Justicia.

En la puerta del apartamento dijo que no cenaría. Tomó una de esas duchas de las que siempre pensó que era lo más cercano al vientre de una madre. Cuando joven, en los años que ingresó a la estresante vida laboral la ducha le proveía un consuelo. Hoy ese electrizante y tibio vapor agotó sus esperanzas.

Siempre pensó que era una mujer viviendo una vida normal. Poco a poco maldice haber creído en el Bien. Llora y duda como un judío de pie al Holocausto. Abatida sobre la cama, entre el silencio de la anochecida ciudad descubre que ha llegado a su final la Búsqueda de la Felicidad, y se abre paso el  tiempo de la Súper-vivencia.



En la oscuridad

La sorpresiva lluvia  mengua en las calles.                                                                                                                Mientras fumo pegado a  la ventana pienso en el cáncer,                                                                                                              en esa repentina plaga que a pesar de las contribuciones                                                                                                        de la ciencia nos parece sin causa.

Los relámpagos aparecen  en el cielo como demonios  azules,                                                                                          en un negro escenario cada súbita aparición es señal de una pérdida.                                                                        Los lingüistas habrían de construir un sustantivo                                                                                                              que defina todas las condiciones de pérdida y duelo.

La orfandad es insuficiente y todo lugar se vuele sinónimo de rincón.                                                         Los vecinos abren las puertas. Escucho su transformación en la oscuridad.                                                         Inmovilizados por la falla eléctrica conversan en la intemperie                                                                               y miran la sombra indefensa de las cosas contra el cielo. 

Se mira el cielo, ese viejo cielo con el que ya no es posible ninguna tregua.                                                    En ese hacinamiento extenso Dios sufre su propio destierro                                                                                   sin posibilidad de auxilio.  (Es en ese sentido que somos semejantes)                                                                           Es una lástima que la sombra de cada cosa no apunte hacia el cielo. 

Día a día el trazo de la muerte dibuja el espacio de la pertenencia.                                                                        La ciudad ha empezado a dormirse.                                                                                                                 El silencio reblandece la soledad como a la tierra,                                                                                          mas aun creo que ya no habrá más  tiempo para la reflexión.          

Tan solo está la lucha y el acecho del mal.                    
A la señora Isabel (2012)

sábado, 11 de febrero de 2012

Treinta y tres episodios de ceguera

1.        
Entre más se vive, más nostálgico se es; lo cual comprueba que la felicidad se sitúa en algún punto intermedio entre la concepción y el parto, entre el deseo primordial que siente la madre hacia el aborto y la estúpida resignación del padre.

2.        
Lo más parecido que encuentro a la palabra felicidad, se llama nostalgia: una especie de felicidad descontinuada que me acompaña a todo lugar y que corona todo acto; en esa proeza de fracasados llamada amor, e incluso en la falacia crepuscular del orgasmo.

3.        
En un mundo donde reinan la crueldad, la falta de un amor cuyo proyecto verdaderamente triunfe y donde la noche no evoca la forma de una caricia, o en una palabra, en un mundo donde no hay el menor indicio de maternidad, se puede asegurar que Dios es una palabra que pertenece al género masculino.

4.        
Recuerdo que la nostalgia nació justo aquel día que eyaculé por primera vez en una noche de falla eléctrica y relámpagos: había perdido el deseo mucho antes de haber conocido a una mujer.


5.        
A ese viejo pasaje, en donde los ilusos creen leer que para cada Adán, dios creó una virginal Eva con quien desflorarse, queda contraponerle la falta de pruebas para asegurar que con ello el creador lo curó de su si más primitiva y arraigada soledad.


6.        
Al aceptar una compañera de vida, Adán asestó a dios en la cara una enorme prueba de  humildad. Si la humildad fuera la norma del universo, éste último tendría alguien ante quien arrodillarse. Por desgracia, su infinita perfección le incapacita para amar, o lo que es lo mismo, aceptar que tiene una igual.

7.        
A menudo me invade la imagen de un dios pendiendo de la horca, sus pies flotan encima de una última nota: No soporto más el choque entre la fe que los hombres me profesan y mi abrumadora impotencia. El que esa imagen no pase de eso se debe a la suma dignidad del género humano, aunque también a su más arraigada estupidez.

8.        
Uno de mis sueños recurrentes en los años de la pubertad, fue un jardín lleno de santas desnudas, de formas exuberantes y provistas de rozagantes vulvas por donde escurría la luz. Nunca logré tocarlas porque despertaba casi al instante. Fue así como descubrí que en el mundo inconsciente  existía una perfección alcanzable, aunque ésta desapareciera  con cada fría madrugada. Pese al método nunca conseguí nada. Ya mayor logré montar una escena parecida con un par de chicas, sin embargo, aquello me dejó un sabor insípido, pues entre la utilería se contaba el yo, el tiempo y el proyecto del amor.

9.        
Algunos escritores deben toda su obra a la suerte o a la paciencia. Durante los primeros 28 años de mi vida esperé inútilmente encontrar algo que se le pareciera a la inspiración: solo encontré el aburrimiento y algunas veces el horror. La vida es el resultado de un dios inspirado por el Mal, o en todo caso, del Mal inspirado.



10.    
Cuando pienso en inspiración reclamo algo que se asemeje a las pulsantes erecciones de la pubertad, a los grandes temas que se discutían al salir de la cinema-porno. Si por ésta queremos definir al mecanismo mediante el cual al poeta le era comunicado lo que de trascendente había en este mundo, entonces es loable concluir que el universo ha enmudecido a causa de su fatiga afónica; en concomitancia, estamos sordos.



11.    
La enorme capacidad del creyente para sostener la hipótesis teísta, raya en lo absurdo. La Fé, permite incluso que un aborto ame incondicionalmente a su madre. Gracias a ella interpretamos positivamente cualquier fatalidad: Si vive, déjalo para bien, si el sufrimiento es lo único que le espera, mejor será que muera.

12.    
Nadie puede quitarle a dios el derecho de ser nuestro único asesino. El argumento de fondo contra la eutanasia.

13.    
Me defino como alguien que le lleva mucha ventaja al presente. Mucho antes de haber escogido lo que soy ya lo había agotado todo en mis sueños. Esa falta de emotividad en todo lo que hago se lo debo a esa sensación simplona de un futuro ejecutado por segunda vez. Jamás escribiré ninguna obra importante, ya que en el campo de lo imaginario alcance esa etapa donde el filósofo termina por retractarse de todas sus ideas para recluirse en un prostíbulo o en un templo.

14.    
El que la mayoría de los pensadores hayan escrito para impactar en la posteridad aun después de muertos, es una cuestión de inmadurez. El que nunca consigamos hacer actos verdaderamente respetables como el de retractarnos de todas nuestras ideas, podría hallar su explicación en el plano de la longevidad del ser humano.

15.    
Encuentro muy pocas aportaciones a la evolución de la escritura en mi árbol genealógico: bisnieto de un cristero y un rielero analfabetas, tan solo llegue a ser un matemático sin fulgor; a una escala mayúscula, en el plano físico y genético, mi mayor aportación a la globalidad es esta pasajera e inauténtica juventud; en la dimensión intelectual me conformé con ser un lector tercermundista.


16.    
La tradición cristiana relata fielmente la historia de un hombre que murió en la cruz para nuestra salvación. La deuda que contrajo el hombre para con el cielo a partir de ese acto dudoso es a tal grado impagable que, podríamos considerar que desde entonces el hombre ha salvado durante dos mil años a dios de caer en el lugar que le corresponde: el olvido.

17.    
Aquellos espíritus anodinos que creen desacreditar el papel de la filosofía en este mundo, resaltando que Nietzsche (el poeta, el último de los discípulos de Dionisio que proclamara la muerte de Dios) murió penosamente como un animal de circo, queda recordarles que a Jesús lo crucificaron entre bandidos.

18.    
La negativa de Adán y Eva para abstenerse de probar el fruto prohibido comprueba que la sabiduría es mucho más atractiva que la felicidad. Desde entonces se entiende erróneamente que dios penalizó la desobediencia ocultando el tesoro de la felicidad a los filósofos. En todo caso, nada exenta a dios de ser la víctima número uno de su omnisciencia.

19.    
Nadie sabe describir con exactitud la transformación espiritual que supuso comer del árbol de la ciencia. Hay quien en ello ve el nacimiento de la culpa; a mi parecer lo es el de la intimidad. La copulación frente a un padre omnipresente es algo aberrante.
  


20.    
Dios, al estar identificado con lo infinito, es de suponerse que nada se le pueda agregar, en consecuencia, nada lo complementa: ¡jodida perfección la de solo ser un voyeur de la inmanencia!




21.    
La más contundente y la más confirmada de las tesis de la doctrina de Jesucristo, la cual por cierto corresponde a su etapa más madura y lúcida, fue pronunciada en la cima de su crucifixión: ¡por qué me has abandonado padre!



22.    
A menudo siento que vivo entre animales y que, en vez de la selección natural, el mundo evoluciona a costa del oportunismo. La tolerancia es el valor predilecto del tercermundismo.

23.    
La minúscula voz que esporádicamente brota desde el corazón de esa estepa inerte llamada masa, no ha dejado nunca de reprocharle al filósofo su desprecio por una vida social. Éste último, para asegurarles el triunfo de su venganza y así apaciguar el fuego de su morbosa envidia, nunca negará que lo que le espera es un final donde morirá solo, como un árbol sin frutos, sin dios ni compañía. Ese es el precio de la lucidez y de la eterna juventud.

24.    
Sexualmente, soy el hombre menos conveniente para una mujer; el escaso número que pertenece a mi lista concuerda en lo tierno y sumamente triste de la experiencia de haber conocido mi cama. Su llanto ha estallado todas las veces justo en el momento de contemplar mi desnudez, pues nunca antes conocieron a través de un simple trozo de carne lo imposible e inalcanzable que puede tornarse el amor, muy a pesar del corazón.
25.     
Respecto a su poesía, Rimbaud dijo en cierta ocasión: si lloro, tan solo es otra forma de cantar. En mí, el canto, el baile, incluso la filosofía y cada acto trivial en la vida, no son otra cosa sino llantos reprimidos. Es gracias a esa metamorfosis de heridos que el mundo, a través de la literatura en general, algunas veces cobra la imagen de un estanque donde los sapos, inconformes, ofrecen un concierto a la luna en espera de la última transformación.

26.    
Cierto escritor afirmaba que las cosas simples son el refugio de los hombres complicados. A menudo, cuando regreso a casa y hago el recuento de todas las escenas cómicas que protagonicé, surge en mí la pregunta de por qué me siento tan infeliz y cobarde. ¿A caso habré hecho de la poesía y  la vida entera una estúpida simpleza?

27.    
Considero altamente improbable pisar algún día las puertas del paraíso, muy a pesar de pertenecer al escaso número de almas que se interrogan a profundidad acerca del problema de dios: ese pobre mendigo que nunca ha experimentado ni la Fe ni la rebelión.

28.    
Incluso abordado desde un plano meramente lógico, el problema de dios no escapa a la contradicción. A pesar de su omnipotencia, el ateísmo es un asunto exclusivamente humano, lo cual equivale a afirmar que la auto-negación es una virtud de la que dios adolece: y hay quien hoy en día aun confía en un ser incapaz de desconfiar de sí mismo.

29.    
Ni siquiera en plan de broma me es lícito imaginar a un dios ateo. Por el contrario, la misantropía ha ayudado a darle cierta confiabilidad al término humano, aunque también ha servido en mucho para demostrar la flexibilidad superior de nuestra jerarquía ontológica.  Dios también sufre una hacinación que nace de la lógica de la perfección.

30.    
¿Qué especie de dios envía a su hijo a la tierra? ¿Qué naturaleza cobarde prueba en carne ajena la experiencia de nacer, vivir y morir hombre? Ese extranjero cósmico llamado Jesús, que vino a reformular el pecado simple, nato, incluso natural del hombre, para instaurar en su lugar el odio hacia el mundo de lo humano, es en último término la prueba de que lo divino no es capaz de soportar la tragedia de la existencia. Esa broma improvisada llamada resurrección confirma no solo el miedo que inspiró la naturaleza indomable del hombre cuando se le quiso conducir hacia el bien y hacia un modelo ingenuo de la  felicidad, sino también la falta de interés y respeto hacia un padre sin escrúpulos que se ausentó durante milenios después de la creación.



31.    
Para ser verdaderamente hombre, es necesario experimentar el pecado en su raíz, es decir, el más excelso de todos: Hay quien aún pone en duda el hecho de que Cristo conoció el amor de una mujer. De no ser cierto esto, el hijo de dios no hubiese pasado de ser solo una aparición de cantina.





32.    
Dios creó a Eva con la esperanza de hacer junto con Adán otra especie de dioses más superiores: los humanos, seres capaces de renegar no solo de sí mismos, sino de su creador: algo de lo que el dios está excluido.



33.    
¿Qué padre engendra a un hijo con la premisa de que éste nunca llegue a superarlo? ¿Dónde se ha visto que el maestro prepare al discípulo para ser siempre un subalterno? ¿Qué amante no prefiere que su amor dispare la felicidad del otro incluso hasta rebasar la propia? ¿Qué artista no abandona con dignidad su arte cuando su creación ya lo ha superado? No hay día que no encuentre un nuevo calificativo para definir a dios, tanto que he agotado todos los recursos literarios que me hubieran servido para descifrar el misterio de lo humano.