martes, 13 de marzo de 2012

Nostalgia de un Domingo cualquiera


















Es domingo y dentro de la habitación todo es tan trágico,
tan sanguinario y transparente como el vino ligeramente  envenenado  
por las cosas  subterráneas de la vida,     
en el que los programas familiares de tv me tienen al borde del colapso,
en la víspera desesperada del condenado               
que ha visto nacer el relámpago detrás de la silla eléctrica.

Es un domingo tan condenado a muerte,                                       
andando entre las ocho y las diez.
Con la bata de la tristeza y las pantuflas de la senectud plancho las sábanas.    
Aliso las almohadas impregnadas con la soledad de los últimos meses.   



Habré de temblar cuando la casera apague las luces. 

Al amanecer, de este suelo tan impecable                                        
con el sol encadenado a la falacia de la periodicidad              
se levantarán las excoriaciones del pensamiento                       
y todo el grasiento vello de la calvicie púbica,                             
para abrirle las ventanas a un día de más.