sábado, 12 de noviembre de 2011

Un pasado, un destino

Pasó más tiempo en un datsun rojo que en casa
recorriendo el país en busca de una tranquilidad duradera.
Cuando el terror lo aplastaba salía de las aulas sin aire;
la cobardía le hacía perder el control;
evitar el llanto fue un sueño que nunca pasó de eso.

En su última travesía cruzó los montes azules desnudo
entre visiones de pobreza
todavía poseído por las lagunas del deseo.
La muerte, el amor, la vestimenta del cáncer,
se volvieron todo su cosmos.

Y es así como te perdiste.
Ahora caminas ciego entre cuatro paredes,
entre toneles de libros secos como tu frente
vigilante diurno del espanto, en síncope perpetua.

Las conversaciones con el pasado,
que se perfila como un monstruo perverso,
se han vuelto las secretarias de tu obnubilación.
No eres más que la lucecita amarilla del callejón,

un polvo, el recinto del polvo,
el sepulcro de la alegría, la parte huérfana de la luz,
una mala semilla que erosionó del corazón.
Estoy hecho de tus cáscaras Papá.

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