martes, 8 de noviembre de 2011

Lilith y el sexo en el Edén

Creo que fue San Agustín el que dijo, respecto al goce sensual en la tierra, que éste no podía haber mejorado como consecuencia de la caída de Adán y Eva, sino todo lo contrario. Esto inevitablemente nos lleva a interrogarnos acerca del cómo se experimentaba el sexo en el Edén, qué función tenía, cómo era visto por dios y cómo pudo éste relacionarse con el pecado original y el futuro destierro del cual surgió la humanidad.


Una cosa es segura: el sexo ya era practicado por nuestros padres ancestrales, pues en el libro del Génesis se lee: Por tanto, dejará el hombre a su padre y a su madre, y se unirá a su mujer, y serán una sola carne (Gen. II, 24) La reproducción se encontraba dentro de los designios divinos desde un principio, y aunque no se sabe nada acerca de cuánto tiempo hubo de pasar entre la creación de Adán-Eva y la caída, resulta enigmático el hecho de que éstos no tuvieran hijos durante su estancia en el paraíso. Una respuesta consistiría en suponer que el lapso de tiempo transcurrido entre la creación y la expulsión fue muy breve, tan breve y desilusionante como la rebelión de Lucifer, de la cual algunos piensan sucedió a penas en el séptimo día de la creación. O está esta otra: dios decide con antelación cuando habrán de procrear sus criaturas, cuando sería bueno quedar preñados, es decir, dios es el orquestador del sexo, quien decide cómo debe ser éste y sus repercusiones. Por lo tanto, la caída se anticipó al momento escogido por dios para la procreación en el paraíso.

Dado los relatos existentes, es más fácil seguir esta última versión. La tradición hebrea acepta que antes de crear al hombre, dios creo a los ángeles para la vigilancia y protección del género humano. Entonces no es muy aventurado creer que ellos mismos les indicaran cómo habría de practicarse el sexo y cuáles eran los planes prefigurados que dios deseaba para esta práctica. Malcom Godwin, reflexionando acerca de las razones de la expulsión de Lucifer, rescata una versión que tanto hebreos como cristianos rechazan: el pecado de la lujuría. Según esta leyenda, la tarea de los ángeles consistía en evitar a toda costa que las criaturas humanas cayeran en las tentaciones carnales, tarea fallida según conocemos. Pero sobre todo, hace hincapié en la existencia de una figura demoniaca-femenina, la cual vendría a ser la encarnación de la lujuria, de los excesos carnales. Lilith, antes de convertirse en la mujer de Lucifer, fue creada como la primer esposa de Adán. Se creación es muy diferente al de Eva, pues Lilith es formada a partir de la tierra, es decir, participa de la misma naturaleza, del mismo elemento del cuál Adán fue confeccionado. Al realizar el acto sexual no dejaba de molestarle el hecho de ser mirada desde arriba por su hombre, pues al estar hecha del mismo elemento, creía merecer por igual la oportunidad de montar y mirar desde arriba a Adán. Al cansarse de la terquedad de éste, Lilith decide abandonar el paraíso y convertirse en amante de los seres que habitan las tinieblas. En represalia, dios la castiga a un precio alto: diariamente morirán mil de sus hijos, en venganza, ella asesinaría a los descendientes recién nacidos de Adán y Eva.

Pero el cristianismo solo acepta como única razón de la expulsión del paraíso la desobediencia de Adán y Eva, el hecho de haber probado el fruto del árbol más famoso de esta tradición, pero no la lujuria, y por ende ninguna penalización de índole sexual. El árbol del conocimiento del bien y del mal daba un fruto que acercaba en parecido al hombre con dios, sin embargo, retomando la leyenda de Lilith, podemos establecer la siguiente conexión: Al saberse la igual de Adán, Lilith pierde su inocencia, esa inocencia con la cuál era controlada en el paraíso, conoce el bien y el mal, aunque no necesariamente como consecuencia de la práctica lujuriosa del sexo, pero sí por el papel que le tocaba jugar en éste. Cabe resaltar la salida de Lilith del paraíso como un autoexilio, por desobediencia, por no aceptar la condición injusta estipulada para la mujer. Por el contrario, en la historia del arte Lilith es la parte opuesta de dios, su parte oculta y reprimida, pues su parte luminosa y visible está encarnada en Adán, quien le profesa siempre obediencia. Esta figura a menudo aparece identificada con el fuego, símbolo de la destrucción de todo e incluso de sí mismo. Si esta mujer demoniaca es el opuesto necesario de dios, la que hace valer el poder de dios quebrantando su palabra y es fuego, entonces la única manera de destruirla es encontrándose consigo misma, con la otra imagen que vive en el cielo: dios. Para evitar esto Lilith posee alas, para huir y alejarse del Edén. Para esta interpretación Lilith huye, no se auto exilia.

Pero aquí no acaba Lilith, ni el tema del sexo. Para los gnósticos el Gran Arcano es el conocimiento divino más antiguo y verdadero. Éste, según se dice, para ser protegido de la barbarie, fue escondido en un cofre. Para abrirlo es necesaria una llave, una gnosis que solo puede ser revelada a los elegidos, a aquellos que puedan interpretar correctamente, por ejemplo, las escrituras. Para esta tradición todas las religiones del mundo son vestigios del Gran Arcano, del cual se derivaron, y constituyen una parte del camino necesario para volver a poseer el conocimiento verdadero de dios.



Asegurar que existe una enseñanza secreta, nos lleva a pensar que la mayoría de las religiones han degradado su papel y se han conformado con mostrar a la gente solo las vestiduras de ese Gran Arcano. Se dice que Moisés, el autor del Génesis, estaba influenciado por las escuelas de misterios de tradición Babilónica y Sumeria y que por ende, su libro, más que narrar, había sido escrito bajo algunas claves. Por ejemplo, el vocablo que originalmente se usaba para designar a dios en el hebreo, era Elohim, cuyas raíces sugieren que se forma a partir de la conjunción de dos voces, cuyo resultado se traduce como el dios padre-madre, o macho-hembra. Es decir, la figura divina poseía tanto la característica masculina como femenina. Un dios andrógino era el responsable de la creación. De Elohim emanaron ángeles creadores también andróginos, uno de los cuales se designaba como Elohim Jehova quien había creado al hombre a su imagen y semejanza. Punto que vendría a explicar por qué en Génesis 1-26 se usa el plural en:

Entonces dijo Dios: Hagamos al hombre a nuestra imagen, conforme a nuestra semejanza…

y también en Génesis 3-22:

…He aquí el hombre es como uno de nosotros…

Es entonces que cobra significado el mito de creación de Eva, pues al sacarla de una costilla de Adán, Elohim Jehová en realidad estaba separando del ser andrógino su rasgo femenino. En consecuencia llamó hombre al ser que conservó la característica masculina y mujer quien conservara la característica femenina, los cuales a partir de ese momento buscarían reunirse con su antiguo complemento. Volvemos así al tema del árbol del conocimiento, que para la tradición cabalística es el árbol de la ciencia de dios, donde se encuentra dibujado el mapa y la estructura del alma. Ese conocimiento, o Daath en hebreo, debe ser interpretado de una forma distinta a la usual, más concretamente el que se expresa en un pasaje bíblico de donde se rescata una referencia de índole sexual: Conoció Adán a su mujer Eva, la cual concibió y dio a luz a Caín…(Gen.4-1). Conocer, pues, según el Génesis, es unirse sexualmente a alguien, así, el sexo en el Edén era la forma en que lo masculino-femenino separados podían volver a unirse, a religarse como lo sugiere la raíz de la palabra religión: hombre, mujer y sexo eran el símbolo de la trinidad. Volvemos también al tema de los ángeles, quienes ahora fungirían como instructores sexuales, como guiadores de la cópula y la reproducción entre hombre y mujer, como y cuando ellos lo estipularan. Para rescatar la importancia de esta guía sexual, quizá convenga adelantarnos a un pasaje muy posterior tanto en el tiempo como en el texto bíblico: …estando desposada Maria su madre con José, antes que se juntasen, se halló que había concebido del Espíritu Santo. (Mat. 1-18). El que la concepción sea inmaculada, o sea, libre de mancha, de imperfección, supone la intervención de un guían inequívoco, limpio en su trabajo, certero, como el camino de un solo espermatozoide que realiza la fecundación. El pecado de Adán y Eva es interpretado así como el conocimiento del fruto del Daath, el orgasmo. El tratar de procrear no bajo la guía del ángel, sino por su propia voluntad, significó el alejamiento de dios, la pérdida del paraíso. Ese cristiano “no sentir” la presencia de dios en la sombra, en la tiniebla, que Satanás conoce mejor que nadie, fue la atrofia del alma experimentada como consecuencia del pecado original. El orgasmo, ese despojo del semen, esa pérdida de energía sexual, esa manzana como símbolo de la inconsciencia humana terminó por alejar a las criaturas de dios. Pues al conocer el orgasmo, nace el deseo y el deseo conduce al sufrimiento. Ese deseo vacía el alma, saca a dios del alma, es el agente desconector.

El sexo presenta aquí una dualidad, crea y destruye según es puro o animal. Para religarse a dios el hombre y la mujer deben dominar a la serpiente sexual, misma que continuamente, aun fuera del paraíso, sigue incitándolos al deseo, a la animalidad. Y no es de extrañar la reinserción de Lilith, de quien se dice saciaba su hambre del semen derramado en las cópulas interrumpidas, esas miles cuya finalidad no es la procreación. Se reafirma también un motivo más para su autoexilio: su inconformidad ante una sexualidad vedada de orgasmos, ante un hombre obediente de dios y si su preferencia abierta por la cópula con los demonios, los seres cuya alma estaba vaciada de dios.

Finalmente no sabemos nada, como al principio, aunque sí algunas versiones sobre el estatuto del sexo en el Edén y una interrogante fascinante: ¿Por qué la descendencia vino solo después del pecado? Se suma además la participación necesaria de Lilith en la historia aún incompleta del Edén y la caída, pues la enseñanza que deja su relato es la de reconocer que existió un ser capaz de ejercer el mismo poder que dios en los hombres, al revelar que el mal se encuentra latente en el propio instinto, no como el bien, dependiente solo de un juicio exterior de un Ser que no habita en la tierra.

No hay comentarios:

Publicar un comentario